Monday, April 30, 2012

"Presentación en Suciedad"

                                     Invitación para presentación en la ENAP 1992

El que sigue, es un texto que elaboré para aparecer en mi libro recopilatorio "Cabos Sueltos", editado por Resistencia (2010) que da cuenta de mi visión de lo que fue aquella época en que nos aventamos el tiro de hacer el tan mentado por muy mentable, Gallito Cómics.


Lamento Mexicano

"No se culpe a nadie de mis errados trazos" dice impúdico el monero aquél que, escudándose detrás de este impreso, trata de dar testimonio de lo que han sido veinte años de hacerle al cuento en los ratos en que las distracciones de todo tipo (como sobrevivir, por ejemplo) se lo permitían. Pretender hacer algo que, por llamarle de algún modo, vamos a denominar "historietismo independiente", era una actividad que a final de los años ochentas y principios de los noventas en México parecía un delirio infantiloide a los ojos de mucha gente; tanto del ciudadano común de a pie (léase nuestros padres) como de los pocos intelectuales interesados en el lenguaje, que entonces solo respetaban “La Familia Burrón”.
Pero sobre todo, hay que decirlo con claridad, de los dibujantes y editores de la  muy tradicional industria de la historieta nacional. Ya parece que los oigo decir: "¿Que pinche mamada es esa de tratar de emular (¡ay sí, 'emular'; juar, juar!) el trabajo de bichos tan extraños (y extranjeros, para acabarla de amolar) como Carlos Giménez, Robert Crumb, Alberto Breccia, Moebius, Dave Mckean, o Richard Corben? ¡Si con el 'Lágrimas y Risas' tenemos!. ¡Además lo otro no se vende, no la chinguen!"
y de ahí no los sacabas.


Hubo entre quienes formamos parte del grupo base del "Gallito Cómics", aquella histórica revista dirigida por el editor y amigo Víctor Del Real, a manera de experimento un acercamiento a esta industria. En lo personal debo admitir que a  mi me rechazaron a las primeras de cambio por incumplir sus estándares de dibujo; pero a mis amigos sí les dieron trabajo, básicamente de entintadores, con lo cual pudieron disfrutar por un tiempo de las bondades de esa muy eficiente  línea de montaje… solo para comprobar al final de cuentas que vivir mucho tiempo dentro de ella era la muerte de cualquier proyecto personal que hubiera podido traer en la cabeza cualquiera de nosotros. ¡Ni soñar en ese entonces con publicar algo fuera de la ortodoxia!

Cosas de la circunstancia mexicana. Durante mucho tiempo el estilo y modo de hacer historietas para el público cautivo que habita este país dejaba tantas ganancias que se convirtió en una fórmula inamovible y comprobada. Tratar de hacer algo distinto era para los empresarios dueños del negocio, un absurdo y una pérdida de dinero. Por otro lado, lamentablemente a los editores de libros nunca se les ocurrió, si no hasta hace muy poco, explorar las posibilidades comerciales que este lenguaje podía ofrecer al universo de sus lectores adultos. Adicionalmente llama la atención que, siendo las historietas la única lectura al alcance de una parte muy importante de la población del país, el estado tampoco se hubiera interesado en aprovecharlas (más que durante un breve periodo al final del sexenio de José Lopéz Portillo), dado que para  fines didácticos y de promoción de la lectura, la historia, la ciencia y las artes, la historieta es un medio tan bueno o mejor que los audiovisuales. ¿Miopía, prejuicio, o todo lo anterior? Vaya uste’ a saber, el asunto es que sujeta a la ley de la oferta y la demanda, que en términos económicos puede estar muy bien, pero como renovadora de discursos es terrible, la historieta nacional solo conoció la fría lógica del mercado de las publicaciones periódicas.


Desde luego, no se trata aquí de victimizarnos gratuitamente, y entiendo bien que a los ojos de la gente de la cultura en general, la falta de "grandes obras" hechas con este lenguaje en el periodo que comprende los años sesentas a los ochentas del siglo pasado (cuando, por comparación, se dio aquel primer  "boom" de autores de "vanguardia" en Europa Argentina y Estados Unidos) no han dado  mucho motivo para tomar en serio el historietismo hecho en este país; ni el industrial y mucho menos el independiente, que comenzó a dar de que hablar realmente hasta los años noventas.


Pero oigan, y aquí hablo también como lector, tampoco crean que de mi parte todo es descalificación para esta industria. Como suele suceder en producciones tan desaforadas, con cierta frecuencia surgen joyas que son dignas de nuestro aprecio. Quiero decir  que estuvo muy bien que existieran Kalimán, Memín, El Payo, Torbellino, Chanoc, Fantomas, El Pantera, y un largo etcétera de entretenidos productos nacionales obra de aquellos esforzados galeotes de la pluma y el pincel. Hubiera estado mejor, sin duda, que algunos de esos viejos autores con iniciativa hubieran querido y podido hacer algo extra, aparte de la chamba pal’ chivo, con miras más altas en términos de experimentación, pretensión y ganas de buscar otros horizontes para ellos mismos ¡tirándole a la internacionalización incluso! y creando de paso una escuela más provechosa con ese simple ejemplo que los tradicionales "establos" donde el "maistro" forma a los futuros maquileros de una industria petrificada y, por ello mismo, en vías de una muy lenta extinción. Ojo, no digo que no haya habido intentos aislados de independencia por parte de algunos de los más notables dibujantes y argumentistas de esos tiempos, pero ninguno tuvo la fortaleza de perdurar en su empresa, dejando como única y perversa enseñanza de tal experiencia la inutilidad de ir contra la corriente. No faltará alguna excepción por ahí, extraordinaria incluso, como los casos de Gabriel Vargas o Rius, pero estas no hacen más que confirmar la regla. Otro cantar, más venturoso desde el punto de vista autoral, fue el desarrollo del cartonismo en los diarios y revistas dedicadas al análisis político en el país, donde los caricaturistas e historietistas con frecuencia se mimetizan obteniendo resultados de lo más interesantes… pero eso es otra historia.

Insisto, no se trata de despreciar lo que se hizo, se sigue haciendo y finalmente, está bien que aún se haga en esta industria de capa caída. Lo que extraño, y ciertamente lamento, es que no haya sido más plural, más audaz, más imaginativa y más generosa con sus esforzados dibujantes y guionistas, la escena de la historieta hecha en México en las últimas   décadas del siglo veinte.

Cielito lindo, de contrabando…


Los "neomoneros", como denomina el investigador Armando Bartra a la tupida fauna de autores que con muy distintos orígenes, influencias, identidades, pesos y desde distintos foros dan testimonio de lo poco que se reconocen en esta “tradición mexicana”, son quienes mal que bien han (hemos) tratado de encontrar, (concientemente a ratos) el camino de la “redención” de este lenguaje en el medio nacional, con una fortuna muy dispareja y que ya fue analizada en contexto por el mismo Bartra, en un erudito análisis que arranca en los años ochentas y termina en el  2000.

En ese panorama, y aquí hablo de lo que viví en compañía de mis amigos compañeros de ruta, el papel que jugó la revista El Gallito Cómics fue, tal vez, muy reducido en cuanto a difusión por las difíciles condiciones de distribución que siempre han imperado para este tipo de materiales, pero muy significativo por lo que aportó, que me parece fue mucho, y, sobre todo, por lo que literalmente “resistió” (tal como rezaba su lema “materiales para resistir la realidad”) al ver pasar a trompicones desde sus páginas la última década del siglo XX.

Honor a quién honor merece. El fundador, corazón y motor del Gallo, fue el camarada Víctor Del Real. Sin su voluntad, experiencia y visión, los esfuerzos de quienes éramos su consejo editorial y colaboradores más cercanos (y antes de eso simples moneros novatos, algunos huérfanos de espacio) hubieran carecido de sentido. A Víctor se debe el perfil cultural que la revista adquirió desde el principio, distanciándose del gueto de los “otakus” y “marvelitas”, pero sin rechazarlos, e incorporándola al circuito de lo que entonces, como ahora, son esas revistas de opción que ciertamente apenas sobreviven (con becas de coinversión a veces) pero las cuales son semillero y foro para autores que de otro modo quizá no tendrían donde hacer sus pininos. Gracias al Gallito se pudo conocer la chamba, no por espasmódica menos entusiasta, de los que entonces éramos los  moneros locales comprometidos con el espacio, junto con muestras de lo más notable del historietismo del mundo, con preponderancia de argentinos y españoles que destacaban en el mercado europeo, “indi” y “avant garde” gringo de esos años, cosa que significó una muy importante escuela para varios de los dibujantes mexicanos que, a la distancia, veíamos las cosas que se podían contar cuando la imaginación viajaba más allá de El Libro Vaquero y el Sensacional de Traileros.

En palabras del periodista y escritor Víctor Roura (según yo lo recuerdo) los moneros mexicanos del Gallito fuimos como aisladas "florecitas del campo" creciendo tembeleques en un páramo engañosamente yermo. Surgidos literalmente de la nada algunos; profúgos de las Histerietas otros, con influencias de fuera todos y miras "vanguardistas" para los estándares mexicanos de la época, nos creímos por esa soledad en compañía que era destacar de entre un montón de efímeros proyectos más o menos fanzinerosos, los más chingones del momento. No obstante, con todo lo pobre y defectuosa que puede ser una “vanguardia” sin escuela, que se inventa a si misma en un entorno tan desfavorable, (cuando no hay varo de por medio todo entorno es desfavorable) tuvimos la virtud, o necedad, de seguir adelante, de aprender y de crecer individualmente y como grupo sobre la marcha en la medida que nuestras capacidades lo permitieron.

Gracias a ello, después de la provechosa escuela que fue el Gallito, surgió el Taller del Perro, que en su corta vida, consiguió cosas que ningún grupo de esas características ha logrado en el país. Y aunque como organización el Perro se desintegró hace varios años, los productos que salieron de él, los eventos en que participó y las acciones que emprendió siguen siendo referentes que marcaron un momento y a un sector del panorama historietístico del “indi” nacional.

Ahora, junto con Bef y Bachan (que por su lado sacaron la otra revista de culto de esa generación en la ciudad de México, “Molotov”) somos los "viejos" que encabezan una no muy numerosa lista de autores que han ido surgiendo aquí y allá siempre con las mismas saludables características: independencia, discurso propio, y capacidad crítica, amén de talentos diferentes, que les han posibilitado destacar, además de por notables historietistas, como ilustradores, pintores, escritores, talleristas, cartonistas o animadores que han encontrado su lugar en los mercados laborales dentro y fuera del país.

Es verdad, tal vez la tradicional industria de historieta que conocemos en México va en lento declive. Pero lo cierto es que ninguno de los autores a los que me refiero depende ella ¡y qué bueno que así sea!

También es cierto que el “fandom” nacional, sustrato que idealmente  debería posibilitar la existencia de un mercado alternativo que aunque minoritario sea estable, se encuentra disperso y lastimosamente norteado. Pero no es a ellos a quienes en exclusiva quieren dirigirse los autores de estas obras que, en varios de los casos, son más reconocidos en el extranjero que en su país.

Tal como sucede en el deporte nacional, aquí el conjunto y la organización no dan tan buenos resultados como las individualidades que, en solitario o en coyunturales equipos, van encontrando su propio camino, triunfando a su manera con gran proyección y solvencia en muchas ocasiones, simplemente por el hecho de persistir.





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4 comments:

  1. Órale mi Clement, bien por los enlaces, enriquecen el texto notablemente. Chido.

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  2. Ojala y no abandonen el proyecto de este blog, aunque no lo crean existimos muchos Fans del Gallito, y que estamos deseosos de que sigan publicando números digitales.

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  3. Hola Frik, pero pensé que ibas a hablar propiamente de la "Presentación en suciedad del Gallito", ya que fueron unos cuantos eventos de ese tipo que hicimos para intentar hacer ruido con nuestra revista.

    Las imágenes que reprodujiste acá fueron tomadas del folleto que hice "con pegotes" de dibujos aparecidos en los primeros números de la revista, para un evento que se me ocurrió hacer en mi Alma Mater, la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en donde al momento aún tenía influencias, y hasta nos prestaron el Auditorio principal del plantel para echar desmadre (que eso fue la presentación del Gallito).

    Parece una anécdota sin sentido, pero en su momento fue algo importante, porque no había precedentes de eventos así en la Escuela, y al menos ganamos un puñado de seguidores más, creo yo.

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